martes, 3 de noviembre de 2009

La Palabra de Dios tiene un poder impresionante: puede curar enfermos, prosperar negocios, bendecir a su familia, su vida amorosa, darle aquello que más desea. En sí, lograr un milagro no es difícil, basta creer en ese poder que tiene la Palabra de Dios.


La Biblia se divide en Antiguo y Nuevo Testamento, precisamente porque se compone de promesas que Dios heredó y desea dar a quienes crean en esa Palabra. El problema del ser humano respecto a eso; el por qué la mayoría viven una vida dura, triste, es que creen más en otras palabras, en otras personas, que en el propio Dios.


Si alguien les asegura algo, temen, toman actitudes, pero dudan de lo que Dios dice. Hay gente que es capaz de gastar mucho dinero sólo porque escucharon algo, un diagnóstico, una opinión. Si Dios los invita a no temer, a usar la fe, simplemente dudan.


Por eso Abraham fue el padre de la fe, porque él no temió. Sin conocer a Dios, sin verlo, sin haber sido testigo de milagros o maravillas, él dejó sus tierras, sus posesiones, para irse al lugar que Dios le indicaría. Un hombre de 75 años abandonando su patrimonio por confiar en la voz de un Dios que ni siquiera había visto.


Obviamente no tenía la edad para arriesgarse o aventurarse, pero lo hizo. Creyó a Dios. Era rico, aparentemente tenía todo, pero no era padre, su esposa era estéril y ese era su mayor dolor. Confió en que Dios podía darle lo que deseaba y obedeció la voz del Todopoderoso aún sin haber visto si quiera una señal.


Abraham sólo tenía una palabra, la Palabra de Dios, y eso le bastó. No importaron las circunstancias ni el tiempo, creyó a pesar de todo y el resultado fue el que él esperaba: Dios, además de hacerlo rico y poderoso, le dio la dicha de ser padre cuando tenía 100 años de edad. ¿Imposible? Sólo a los ojos humanos, porque la Palabra de Dios, que formó todo el universo, ha hecho realidad desde entonces hasta ahora el sueño de muchos.


Si cree a los hombres, ¿por qué no creerle a Dios? Los hombres fallan, se equivocan, son seres limitados, pero Dios no. Dios es fiel, infalible, Todopoderoso, creó todo y puede hacer el milagro que espera. Si hay que darle peso a una palabra, que sea a la de Dios. No se deje abatir por las circunstancias, crea en lo que Dios dice, use la fe y, como Abraham, verá su sueño realizarse.

Que Dios les bendiga.

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