lunes, 30 de noviembre de 2009

martes, 24 de noviembre de 2009

El espíritu de inteligencia es la capacidad que Dios da a las personas para hacer lo que los demás no pueden realizar. Este don es dado para los que lo buscan y quien lo posee logra destacar en cualquier actividad que realiza.


La Biblia relata la historia de Jacob, un hombre que por mucho tiempo vivió de forma equivocada, pues hacía trampa para destacar. Sin embargo, al sufrir las consecuencias de sus actos y quedar en la miseria tuvo un encuentro con Dios y reivindicó su camino. No obstante, pese a tener la bendición de Dios, por ser nieto de Abraham e hijo de Isaac, no era inteligente.


Jacob fue a vivir en casa de Labán, su tío, y se enamoró de una de sus hijas, entonces tuvo que trabajar durante 14 años para poder tenerla. En este lapso Jacob enriqueció a Labán, pero no produjo nada para sí mismo. Esto pasa con mucha gente: hay quienes trabajan para dormir y comer. Tienen la bendición de Dios, pero la limitan porque no tienen valor de poner su negocio y trabajar para ellos; no piden inteligencia al Señor para multiplicar su salario, sólo enriquecen a otros.


Jacob se indignó por la situación y quiso irse con sus mujeres, sin embargo Labán se dispuso a pagarle un salario. “Y él dijo: ¿Qué te daré? Y respondió Jacob… Yo pasaré hoy por todo tu rebaño, poniendo aparte todas las ovejas manchadas y salpicadas de color, y todas las ovejas de color oscuro, y las manchadas y salpicadas de color entre las cabras; y esto será mi salario.” (Génesis30: 31-32)
Entonces Labán hizo trampa apartando las ovejas oscuras y mandándolo a apacentar las ovejas blancas, es decir, no tenía posibilidad de ganar nada. No obstante Jacob usó la inteligencia “Y puso las varas que había mondado delante del ganado, en los canales de los abrevaderos del agua donde venían a beber las ovejas, las cuales procreaban cuando venían a beber. Así concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores… Y se enriqueció el varón muchísimo, y tuvo muchas ovejas, y siervas y siervos, y camellos y asnos.” (Génesis 30:37-42) Dios le dio a Jacob inteligencia y usó la fe. Si usted cree en la Palabra de Dios y la practica, el Espíritu Santo le dará la inteligencia necesaria para destacar entre los demás y lograr lo que se proponga.

Que Dios les bendiga.

lunes, 23 de noviembre de 2009

miércoles, 18 de noviembre de 2009

lunes, 16 de noviembre de 2009

lunes, 9 de noviembre de 2009

Aprenda a depender de Él...

Aprenda a depender de Él ...

Abraham, al ser llamado por el Señor para emprender una nueva vida, no recibió ningún detalle de hacia dónde iría. Únicamente recibió una palabra: “Vete de tu tierra… a la tierra que te mostraré.” (Génesis 12:1) Con esto, Dios pretendía generar en Abraham una dependencia hacia Él.


En ocasiones, el Señor permite que pasemos por situaciones en las que quedamos solos, sin el apoyo de la pareja, los amigos o incluso la familia. Todo con la intención de hacernos aprender a confiar y a depender de Él. Y la razón del por qué Él quiere provocar ese acercamiento mayor, es para hacernos personas fuertes, vigorosas y con dirección.


El vivir alejado del Creador, hace que el individuo sea débil. ¿Sabía que los miedos, la angustia y la inseguridad son resultado de ese apartamiento? Para entender mejor el tema, tomemos el ejemplo de un bebé al que se le deja solo en la cuna: él llora desesperadamente por no tener a sus padres cerca, pero cuando éstos lo cargan y le hacen sentir su calor, él se calma, pues ya se siente resguardado. Lo mismo acontece si estamos cerca de Dios: los temores, la depresión, la indecisión, el nerviosismo, el mal carácter, las adicciones, todo eso se termina.


Por lo común, es el pecado que provoca la separación entre el hombre y Dios. Éste es como un gran muro entre nosotros y Él. Pero si la persona establece una relación profunda con el Señor, además de ser limpiada de sus errores, ella adquirirá confianza y nada la detendrá de avanzar, pues sabe que cuenta con ese Gran respaldo.


Abraham aprendió a obedecer y a depender de Dios, eso le concedió el derecho de exigir respuestas: “…vino la palabra del Señor a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram… ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo…?... no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra del Señor, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará…” (Génesis 15:1-5)


Si usted se compromete con el Señor y establece con Él una relación estrecha, Él hará cosas grandiosas en su vida, tal como lo hizo con Abraham.

Que Dios les bendiga.

sábado, 7 de noviembre de 2009

martes, 3 de noviembre de 2009

La Palabra de Dios tiene un poder impresionante: puede curar enfermos, prosperar negocios, bendecir a su familia, su vida amorosa, darle aquello que más desea. En sí, lograr un milagro no es difícil, basta creer en ese poder que tiene la Palabra de Dios.


La Biblia se divide en Antiguo y Nuevo Testamento, precisamente porque se compone de promesas que Dios heredó y desea dar a quienes crean en esa Palabra. El problema del ser humano respecto a eso; el por qué la mayoría viven una vida dura, triste, es que creen más en otras palabras, en otras personas, que en el propio Dios.


Si alguien les asegura algo, temen, toman actitudes, pero dudan de lo que Dios dice. Hay gente que es capaz de gastar mucho dinero sólo porque escucharon algo, un diagnóstico, una opinión. Si Dios los invita a no temer, a usar la fe, simplemente dudan.


Por eso Abraham fue el padre de la fe, porque él no temió. Sin conocer a Dios, sin verlo, sin haber sido testigo de milagros o maravillas, él dejó sus tierras, sus posesiones, para irse al lugar que Dios le indicaría. Un hombre de 75 años abandonando su patrimonio por confiar en la voz de un Dios que ni siquiera había visto.


Obviamente no tenía la edad para arriesgarse o aventurarse, pero lo hizo. Creyó a Dios. Era rico, aparentemente tenía todo, pero no era padre, su esposa era estéril y ese era su mayor dolor. Confió en que Dios podía darle lo que deseaba y obedeció la voz del Todopoderoso aún sin haber visto si quiera una señal.


Abraham sólo tenía una palabra, la Palabra de Dios, y eso le bastó. No importaron las circunstancias ni el tiempo, creyó a pesar de todo y el resultado fue el que él esperaba: Dios, además de hacerlo rico y poderoso, le dio la dicha de ser padre cuando tenía 100 años de edad. ¿Imposible? Sólo a los ojos humanos, porque la Palabra de Dios, que formó todo el universo, ha hecho realidad desde entonces hasta ahora el sueño de muchos.


Si cree a los hombres, ¿por qué no creerle a Dios? Los hombres fallan, se equivocan, son seres limitados, pero Dios no. Dios es fiel, infalible, Todopoderoso, creó todo y puede hacer el milagro que espera. Si hay que darle peso a una palabra, que sea a la de Dios. No se deje abatir por las circunstancias, crea en lo que Dios dice, use la fe y, como Abraham, verá su sueño realizarse.

Que Dios les bendiga.